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Elecciones presidenciales en Costa Rica 2026: muchos candidatos, pocos convencidos.

Actualizado: 1 nov

Elecciones presidenciales en Costa Rica 2026
Elecciones presidenciales en Costa Rica

Dr.. Rafael Morales

Director de Gurú Electoral Consultores 


El escenario para las elecciones presidenciales de Costa Rica rumbo a febrero de 2026 presenta dos anomalías que, desde el análisis de la Coordinación Estratégica del Voto desarrollada por Gary Cox, configuran un sistema político en crisis de agregación de preferencias. Con 20 candidaturas presidenciales compitiendo y un electorado masivamente indeciso (55%) y desafiliado (75% sin simpatía partidaria), Costa Rica enfrenta un colapso en los mecanismos básicos de coordinación electoral que permiten a los votantes racionales concentrar su apoyo en opciones viables.


elecciones PRESIDENCIALES en Costa Rica: muchos candidatos entre Élites políticas


La teoría de Cox identifica dos niveles cruciales de coordinación electoral: entre élites políticas y entre votantes. En Costa Rica, el primer nivel ha fallado estrepitosamente. La presencia de 20 candidaturas presidenciales representa un fracaso monumental en la coordinación de élites, donde actores políticos racionales deberían retirarse o fusionarse para concentrar recursos en opciones competitivas. Este fenómeno contradice el principio fundamental de que en sistemas de mayoría (donde se requiere 40% para evitar segunda vuelta), las élites tienen incentivos poderosos para reducir el número de competidores a través de negociaciones pre-electorales, coaliciones o retiros estratégicos.


La lógica de Cox sugiere que en reglas electorales como la costarricense, donde existe umbral de 40% en primera vuelta, deberíamos observar un número efectivo de candidatos cercano a dos o tres opciones principales. Sin embargo, con solo dos candidatos superando el 5% de intención de voto (Laura Fernández con 25% y Álvaro Ramos con 7%), mientras ocho candidaturas permanecen por debajo del margen de error (2.7%), enfrentamos una sobreoferta que viola los supuestos básicos de racionalidad electoral. Estas ocho candidaturas "zombies" – sin posibilidad matemática de victoria pero consumiendo recursos, atención mediática y confundiendo señales al electorado – representan el costo más evidente de la descoordinación.


Desde la perspectiva institucional, esta fragmentación sugiere que los mecanismos formales e informales que tradicionalmente facilitaban la coordinación de élites se han desintegrado. La ausencia histórica de barreras de entrada significativas (Costa Rica permite el registro partidario con relativa facilidad) combina con incentivos perversos: líderes políticos con ambiciones personales, partidos buscando financiamiento público incluso sin expectativas realistas de victoria, y emprendedores políticos apostando a escenarios improbables de colapso de favoritos. El resultado es un mercado electoral saturado que maximiza la confusión del votante.


La Indecisión Masiva: El Votante Desinformado ante Señales Contradictorias


El segundo problema crítico –55% de votantes indecisos a solo tres meses de la elección– representa un fallo simétrico en la coordinación entre votantes. Cox argumenta que los votantes racionales utilizan información sobre viabilidad de candidatos (típicamente, encuestas y señales de élites) para coordinar su voto en opciones competitivas, evitando "desperdiciar" su voto en candidatos sin posibilidades. Este comportamiento de "voto estratégico" o "voto sofisticado" permite que incluso votantes con preferencias sinceras por candidatos no viables terminen concentrándose en opciones con chances reales.


Sin embargo, para que este mecanismo funcione, los votantes requieren señales claras y consistentes sobre quiénes son los candidatos viables. En Costa Rica 2026, estas señales están ausentes o son profundamente contradictorias. Con 75% del electorado sin identificación partidaria – la mayor tasa registrada – los votantes carecen del atajo cognitivo más importante: la lealtad partidaria como guía de decisión. Este fenómeno, que el documento caracteriza como "volatilidad electoral", significa que la mayoría de costarricenses debe construir sus preferencias desde cero en cada elección, un proceso cognitivamente costoso que muchos simplemente postergan.


La sobreoferta de 20 candidatos agrava exponencialmente este problema informativo. Cox demuestra que cuando el número de competidores excede la capacidad del votante promedio para procesar información diferenciada, la coordinación se vuelve imposible. ¿Cómo puede un votante sin afiliación partidaria, enfrentado a 20 opciones con plataformas similares y sin recursos para investigar profundamente, identificar a los dos o tres candidatos realmente competitivos? La respuesta evidente es: no puede. El resultado es indecisión masiva que persiste hasta muy avanzada la campaña.


Los datos sobre el momento de decisión en 2022 son reveladores: 28% decidió durante la campaña, 28% antes del inicio oficial, pero 23% decidió el mismo día de la elección. Esta decisión tardía no refleja ciudadanos sopesando cuidadosamente opciones, sino votantes abrumados tomando decisiones de último momento basadas en información fragmentaria, emociones del momento o simplemente absteniéndose. La encuesta revela esta tensión emocional: mientras 62% expresa "esperanza" y 49% "ilusión", simultáneamente 56% manifiesta "preocupación" y 30% "miedo" – emociones incompatibles que sugieren un electorado profundamente ambivalente.


Consecuencias Sistémicas: Hacia la Ingobernabilidad Democrática


En el análisis, la combinación tóxica de fragmentación extrema e indecisión masiva genera consecuencias que trascienden el proceso electoral inmediato. Primero, la inevitabilidad de una segunda vuelta (ningún candidato cerca del 40%) con un ganador que probablemente obtenga entre 25-30% en primera ronda significa un presidente con legitimidad democrática cuestionable, elegido por una minoría del electorado en un proceso de eliminación sucesiva más que por respaldo positivo mayoritario.


Segundo, la fragmentación se replica en la Asamblea Legislativa con consecuencias aún más graves. El 60% de indecisos para diputaciones supera incluso el porcentaje presidencial, y la distribución provincial muestra fragmentación extrema: Guanacaste, Limón y Cartago con más de 65% de indecisión. Cox advierte que cuando la coordinación falla en sistemas proporcionales (como la elección legislativa costarricense), el resultado es parlamentos altamente fragmentados donde la formación de coaliciones estables se vuelve casi imposible. La actual Asamblea costarricense ya es una de las más fragmentadas de América Latina; los datos sugieren que la próxima será igual o peor.


Tercero, la desconexión entre preferencias presidenciales y legislativas agrava el problema de gobernabilidad. Aunque 70% de votantes prefiere votar por el mismo partido en ambas papeletas, la realidad es que la fragmentación extrema y la indecisión masiva hacen improbable que el partido del presidente electo obtenga una bancada legislativa significativa. Laura Fernández, líder con 25% de intención presidencial, obtiene solo 14% de respaldo legislativo – una brecha que sugiere futuras dificultades para aprobar su agenda.


¿Puede Coordinarse el Caos ELECTORAL?

La teoría de Cox asume votantes y élites racionales operando bajo reglas claras. Costa Rica 2026 desafía estos supuestos fundamentales. Las élites han demostrado ser incapaces o no estar dispuestas a coordinar la reducción de candidaturas; los votantes, desprovistos de identidades partidarias y abrumados por opciones, no logran coordinar en torno a favoritos claros. El sistema electoral costarricense, diseñado en otra época política, no genera incentivos suficientes para corregir estas patologías.


Sin reformas institucionales que aumenten costos de entrada electoral, fortalezcan partidos políticos o modifiquen reglas de competencia, Costa Rica parece destinada a ciclos repetidos de fragmentación, indecisión y gobiernos débiles. La coordinación estratégica del voto no es solo una teoría académica – es el mecanismo social que permite a las democracias agregar preferencias caóticas en decisiones colectivas coherentes. Cuando ese mecanismo falla, la ingobernabilidad no está lejos.


@rafael_morales

 





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